Allá, por 1967 nace una idea: crear una estructura salinera que abasteciera el mercado de la sal en la isla de La Palma. A pesar de las negativas expectativas del resto de salinas canarias, Don Fernando Hernández, un romántico, emprende la dura empresa con la ayuda del maestro salinero Don Luis Rodríguez, exportando el modelo de salina de Lanzarote.
La tercera generación de empresarios lucha por dar vida a la sal. Una familia que se ha unido para dar fuerza a esa pequeña iniciativa salinera. De hijos a nietos continúan con la labor artesanal de extracción de sal marina, manteniendo la misma marca comercial Sal Marina TENEGUÍA, en homenaje a la última erupción en la Isla. El Teneguía salpicó esta historia con sus cenizas, dejando paralizada durante un año la construcción salinera.
Ornitólogos, botánicos, científicos‚ se han acercado a mirar a fondo este paisaje, tanto es así, que en 1994, se declara Espacio Natural de Interés Científico. (LENAC 12/1994, de 19 de diciembre). Las salinas han ido creciendo, en 1994, mediante el apoyo de uno de los Programas más importantes de la UNESCO. Se amplia su extensión, alcanzando la actual superficie de 35.000 m2 dando vida a ese sueño madurado.
El complejo salinero viene a formar parte de un punto de referencia dentro de las visitas naturales y paisajísticas de la Isla. La sal brilla, no sólo por el sol constante y el calor de la tierra joven, sino también después del ocaso, cuando despiertan los faros que iluminan el sur de La Palma.
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