Admirados en sus libros por los distintos viajeros que visitaron la isla en el siglo XIX, pintados a plumilla, al óleo y a la acuarela por artistas locales y fotografiados por toda clase de profesionales y retratistas amateurs, los balcones de madera de la avenida Marítima constituyen el mejor conjunto de saledizos conservado en Canarias. Su peculiaridad viene dada, generalmente, por las distintas tipologías de balcón que se reunen en tan corto espacio, y, de manera especial, por la cantidad y calidad de los llamados balcones dobles, de influencia lusitana, que recuerdan las adufas portuguesas. Se trata, en realidad, de un recurso ideado para la ventilación de las viviendas de dos o más plantas de la calle principal (calles O’Daly y Pérez de Brito) por su parte trasera, el lado de la marina o naciente, desde donde los moradores gozaban de la acción de los vientos alisios inferiores, frescos y húmedos, de dirección norte o noreste. Muchos de ellos cuentan en los extremos con un tablero de cubrición donde se alojaban los escusados o retretes, cuyas aguas fecales caían a la calle para desembocar en la orilla del mar.
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Área recreativa de La Pared Vieja, Breña Alta (La Palma).
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domingo, 13 de agosto de 2017
BALCONES DE SANTA CRUZ DE LA PALMA.
Admirados en sus libros por los distintos viajeros que visitaron la isla en el siglo XIX, pintados a plumilla, al óleo y a la acuarela por artistas locales y fotografiados por toda clase de profesionales y retratistas amateurs, los balcones de madera de la avenida Marítima constituyen el mejor conjunto de saledizos conservado en Canarias. Su peculiaridad viene dada, generalmente, por las distintas tipologías de balcón que se reunen en tan corto espacio, y, de manera especial, por la cantidad y calidad de los llamados balcones dobles, de influencia lusitana, que recuerdan las adufas portuguesas. Se trata, en realidad, de un recurso ideado para la ventilación de las viviendas de dos o más plantas de la calle principal (calles O’Daly y Pérez de Brito) por su parte trasera, el lado de la marina o naciente, desde donde los moradores gozaban de la acción de los vientos alisios inferiores, frescos y húmedos, de dirección norte o noreste. Muchos de ellos cuentan en los extremos con un tablero de cubrición donde se alojaban los escusados o retretes, cuyas aguas fecales caían a la calle para desembocar en la orilla del mar.
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